Beatrice dixit:
No se trata de hablar mal de estos votantes, sino, simplemente, de señalar que existen: a ellos la política no los convoca y puede llamarles la atención una novedad recién desembarcada de los medios. Este perfil de votante es el gran desafío de la política no solamente en la Argentina. Hoy favorecieron a Miguel del Sel, agradeciendo simpatía, “cariño”, “sencillez” y lenguaje de llaneza invencible.
Sarlo, partidaria de Binner, atribuye la buena elección de Del Sel a gente a quien no le interesa la política. Las motivaciones del voto son muy complejas, pero es un poco aventurado lanzar esa proposición sin mayores evidencias. Además: ¿está tan claro que, como regla general, los “políticos tradicionales” de la Argentina son preferibles a los no tradicionales? Evidentemente la aparición de Del Sel le quitó votos a Rossi (por una mera cuestión matemática); de modo que gente que habría votado a Rossi eligió a Del Sel. ¿Eso quiere decir que le interesa poco la política? ¿Es tan obvio que el político-cómico es peor que el político tradicional que defiende a un gobierno comprobadamente mentiroso y percibido ampliamente como corrupto?
Más aún: ¿qué diablos quiere decir “la política no los convoca”? ¿A qué proporción de la población la “convoca” la política, y en qué sentido de la palabra? ¿Al más de un tercio de votantes de Binner lo convoca la política? ¿Al 60% que votó a Perón en 1973 lo convocaba la política?
Es complejo. Habría que empezar a hilar más fino. No es obvia la relación entre el origen profesional de un político, su calidad y los votantes que ese político convoca. Hay políticos tradicionales que son literalmente criminales, y a cuyos votantes no les interesa ni los convoca la política; y hay políticos no tradicionales que pueden ser valiosos, y votados por gente a quien la política convoca e interesa.
Mucha gente, por ejemplo, incluso gente a quien le interesa la política, prefiere al mediático Carlos Reutemann antes que al político profesional Néstor Kirchner. Creo que yo también. Con perdón de Beatriz Sarlo.